La memoria es la prosa de la tumba.
Cuando rompimos, dejamos el pasado y entramos en otro renacimiento. Miramos la sombra solitaria bajo el sol, buscando otra oscuridad familiar. En esa intersección, no sabía adónde ir. Érase una vez quién y quién se estaban separando al alcance de la mano.
Todo viejo final es muerte, cada nuevo comienzo es renacimiento. No habrá intersección entre la vida anterior y la siguiente, así que no me molestaré ni me enredaré. No sé qué pasará. Quizás hayan sido tragados por la oscuridad y se hayan convertido en parte de la noche; quizás hayan sido iluminados por el sol y, bajo la protección de la luz, sonrían tan brillantes como siempre. Este ya no es mi problema ni el problema de los demás.
No es un extremo, sino un tesoro. Porque te amo, elijo olvidar. Es mejor extrañarse que encontrarse. Incluso si todavía estás obsesionado con el pasado lejano del renacimiento, o si desafortunadamente caíste en el polvo del mundo, todavía parece brillar y ya no es relevante para mí.
Tenemos la bendición de fallecer en el pasado de cada uno y renacer en las oraciones de cada uno. Deséanos una buena vida, por muy buena que sea en el futuro. No dejes que los recuerdos se conviertan en un veneno que te paralice, o en un magnífico motivo para escapar de la realidad después de saborear la bondad humana. Hay algunas cosas que debemos olvidar. Por muy difícil que sea, debemos seguir adelante, no mirar atrás, no extrañar el pasado y afrontar el futuro con valentía.
Cuida nuestro pasado, sea bueno o malo, guárdalo en una cajita y atesóralo en la memoria, entiérralo bajo las hojas caídas, obsérvalo desde la distancia, no las molestes. Ya no dejes que los recuerdos se conviertan en una tumba a cada minuto.
A esos niños y niñas les deseo felicidad.