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Prosa sentimental sobre la infancia

"Mi buena madre, vuelve a casa después del trabajo. Después de un día duro, mi madre se sentará pronto, mi madre se sentará pronto. Por favor, toma una taza de té. Canciones obsoletas resonaron en mis oídos y caminé sobre lo familiar". camino, el estado de ánimo fluctúa con ellos. Los campos interminables y los pájaros volando bajo el cielo azul y las nubes blancas registran la apariencia de la infancia. El camino sigue siendo el mismo, todavía tan embarrado, un camino tan estrecho y alargado y tranquilo, con campos a ambos lados. Caminar en medio del camino es como jugar en el campo.

Me reí. Cuando era niño, sonreía de manera tan inocente e inocente, tarareaba canciones poco saludables todos los días y caminaba feliz como si hubiera entrado al cielo, muy feliz. En ese momento, una canción podía satisfacerme, podía aprenderlo todo y podía sentirme tan novedoso y satisfecho como el mundo entero. A ambos lados del campus, los sauces parecían saludarme. Sonreí, les saludé con la cabeza y entré a la universidad con la cabeza en alto. Cada día de mi infancia es un nuevo comienzo para mí y estoy lleno de entusiasmo por el futuro.

¡Qué maravilloso era aquel entonces! Cada año, cuando actualizaba, seguía pensando: ¡este es el maravilloso futuro que me saluda! En ese momento comencé a esperar con ansias el crecimiento de cada año: el año nuevo. Yo era tan feliz cuando era niña, sin preocupaciones ni tristeza, solo felicidad e infelicidad, sin amor ni odio, solo lleno de gratitud. En aquella época, cada día estaba lleno de anticipación por un nuevo día, porque los niños se satisfacían muy fácilmente.

Sentados en el aula, mirando por la ventana, los sonidos de la alegría y el juego, bajo el acebo siempre verde, rodean nuestra infancia y protegen nuestro crecimiento. Ah ~ ¿cómo se siente eso? Es un sentimiento. No lo entendí cuando era niño, pero me conmovió el corazón.

En ese momento, nuestro balbuceo comenzó a cambiar, como una mariposa rota, extendiendo sus hermosas alas y volando hacia el mundo de las flores. El joven ignorante nos hizo querernos y derramar sangre y sudor cuya picardía nos hizo sonreír ante el dolor, y qué tipo de felicidad nos hizo olvidar el dolor. Qué reales éramos en aquel momento, jóvenes sin hipocresía y sin máscaras.

Al igual que esa balada anticuada, se esfumó silenciosamente, dejándome solo los sentimientos de la infancia para recordar.