Notas sobre valores armoniosos
Recuerdo el invierno pasado, estaba nevando y hacía mucho frío. Mi padre y yo caminábamos de camino a casa. No usaba guantes y sentía frío, así que seguí frotándome las manos. Mi padre me vio frotándome las manos y me preguntó qué pasaba. Le dije: "Tengo un poco de frío". Cuando mi padre escuchó esto, me dio un par de guantes que llevaba. Le pregunté a mi padre: "¿No tienes frío?" Papá dijo: "Está bien, papá no tiene frío". Después de escuchar esto, no pude evitar derramar lágrimas que fluían como cuentas rotas. Cuando llegué a casa, saqué mis deberes y escribí un rato. Terminé toda mi tarea y la guardé. Salí a echar un vistazo y vi a mi padre frotándose las manos constantemente y secándose las manos junto a la estufa de vez en cuando. Me acerqué y vi que la mano de mi padre estaba magullada y magullada, y le dolía mucho. Me arrojé a los brazos de mi padre, las lágrimas corrían por mi rostro una y otra vez. Le pregunté a mi padre: "¿Sientes dolor?" Papá dijo: "Está bien, hijo. Papá no siente dolor". Sabía que mi padre tenía dolor, pero él simplemente no quería que yo supiera que lo estaba. triste.
La próxima vez. Por la noche tenía fiebre alta y mi padre me preguntó qué me pasaba. Le dije: "Estoy un poco incómodo". Papá sacó el termómetro y me lo sujetó. Después de unos 5 minutos, mi padre me pidió que lo sacara. Lo saqué y se lo mostré a mi padre. Mi padre dijo que hacía 39,8 grados. Rápidamente se vistió y me llevó al hospital de la mina. Como el hospital de la mina no tenía pediatra, mi padre me sacó y tomó un taxi hasta el hospital central. Anoche me pusieron un goteo intravenoso. Mi padre no durmió en toda la noche y tuvo que volver a trabajar al día siguiente. Cuando regresó del trabajo al día siguiente, se quedó dormido en la cama.
Durante la tormenta, las manos de mi padre eran como grandes paraguas, protegiéndome del viento y la lluvia. Amo las manos ásperas de papá, ¡amo a papá aún más!