Ensayo en prosa sentimental (algunas palabras son muy tristes, pero se leen maravillosamente)
Al ver mi juventud desaparecer, me quedé al otro lado del río desesperado. Cuando te acerques, escucha con atención. El sol del mediodía barría el lecho moteado del río. Durante una hora entera estuve inmerso en la belleza del sacrificio.
Los sueños suelen romperse cerca del clímax, dejando atrás pétalos negros. El fino humo que flotaba en la cocina era como un mechón de cabello cansado, sin ningún patrón. Estaba anocheciendo de nuevo y un indicio de grajilla occidental en el oeste me asustó.
La noche amanece entre las grietas y las farolas anaranjadas de la calle pican mis ojos grises. La luna trepó por encima de la antigua muralla de la ciudad y roció un trozo de agua de color blanco plateado. Las montañas quedan lejos, sin los últimos cantos de las aves acuáticas, todo está en silencio.
Nuestra historia no se puede contar. Te sentaste en silencio sobre la piedra cubierta de musgo. La dirección en la que caminaba y la mirada en tus ojos me asustó. A partir de ahora me miras con cariño eterno y te espero como una estatua.
El viento frío de la noche sopla y estás parado en la antigua muralla de la ciudad, tocando majestuosamente tristes canciones antiguas. Hay un sonido primaveral que penetra los tímpanos y atraviesa la sombra de la soledad. Un corazón es húmedo, suave e inquieto.
Un cigarrillo, una taza de café, las doce, los pensamientos empezaron a desbordarse. Soy tan afortunada, tan feliz, tan asustada y tan deprimida, sólo por ti en este mundo mortal.
En mis sueños, mis mejillas descansan en el aroma de tu chaqueta, sentada o acostada. Sin darme cuenta, las flores volvieron a florecer y yo era una hermosa mariposa, silenciosamente movida, clásicamente lírica, volando en tu persistente humo.
La misteriosa profecía sonó en la madrugada, Dios dijo que siempre serán mis pensamientos en el río que no puedo tocar. ¿Quién plantó el dolor de la memoria? Cuando llega el invierno, una temporada de mal de amores inunda el mundo entero, aniquilando el pasado en la próxima vida y en esta vida.
El silencio es tu cualidad, desde el comienzo del otoño cuando chirrían las cigarras, hasta el flacucho comienzo del invierno. Sí, no dijiste ni hiciste nada. Solo usaste el sonido del piano para mantenerme intoxicado. Cuando llegó la temporada, se detuvo abruptamente.
El cielo sigue monótono y un encuentro maravilloso ha llegado a su fin. Las sombras de los gansos que van y vienen tiemblan en los brazos del otro en el frío invierno. Nuestro amor es como una flor que solo dura una temporada. Las hojas caen y se acumulan. No hay suficiente espacio en el mundo para llorar conmigo.
La nieve cae intensamente. Como sabes, cuando llega el invierno, encojo mi alma y vivo recluido con las serpientes que hibernan. Un cigarrillo, una taza de café, las doce, te extraño por última vez. Irse eventualmente te romperá el corazón.
La montaña se encuentra tranquilamente enfrente y los huesos están fríos por la noche.
(Texto/Zhao Debin)