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La Cumbre del G20 ha reunido una cantidad sin precedentes de plata y oro y se considera, con razón, uno de los momentos decisivos en la transformación del sistema regulatorio económico mundial. A pesar de la coordinación, las conversaciones no revelaron la relación entre las diferentes fuerzas políticas. Hay tanto factores políticos internos como factores económicos globales. Estados Unidos aboga por la implementación de planes de estímulo económico para incrementar el tráfico, mientras que Europa y China abogan por reforzar la supervisión, y Reino Unido y Japón tienen una actitud algo conservadora.

Las potencias emergentes, como Brasil, China e India, necesitan mantener sus mercados de exportación, y los países desarrollados han desechado salvavidas para salvar regiones que se degradan gradualmente. Para satisfacer estas necesidades, la cumbre del G20 concluyó el proteccionismo comercial y la Ronda de negociaciones de Doha. China debe participar en las políticas económicas más estrictas del Fondo Monetario Internacional (en lo sucesivo, FMI) y seleccionar miembros del Comité de Supervisión de la Estabilidad Financiera (que reúne a un gran número de reguladores financieros. La organización ha inyectado recientemente más de 100 millones de yuanes). . Con una promesa comienza la misión. El quid de la cuestión es que incluso estas acciones de recuperación serán efectivas para frenar el caos económico.

Desde el FMI hasta la OMC, el sistema G20 y otros mecanismos multilaterales y de cooperación, avanzamos hacia el desarrollo de relaciones entre miembros y la solución de cuestiones como el calentamiento global y la asistencia crediticia mutua. En 1940, el sistema de Bretton Woods creó la economía global con los fundadores de los barcos de vapor y del sistema postal; hoy, los diseñadores de sistemas deben abordarlo, a través de la industria de la aviación e Internet, el ciclo económico de velocidad y flujo que continúa. Hace sesenta años, unos pocos países obtuvieron una victoria absoluta en esta guerra. Hoy en día, muchos países tienen igual voz en las cuestiones económicas globales. La estructura de los grupos internacionales siempre se ajusta de vez en cuando durante tiempos económicos extraordinarios, pero esto no incluye reajustes. El sistema funcionó bien entre 1945 y 2005, pero hoy está bajo una fuerte presión y se está desmoronando. Muchos observadores dicen que resolver la crisis requiere una evaluación de las políticas nacionales y las jurisdicciones del derecho económico global. Pero un ajuste tan grande es en realidad imposible: no está en consonancia con la dirección general de los intereses gubernamentales actuales. Sólo hay un paso más, desde arriba, a través de innumerables empresarios, financieros y amigos de Facebook que trabajan juntos sin fronteras para organizar un sistema global de una manera viable. Sí, podemos argumentar con valentía que la economía global generará políticas globales. Si se pudiera lograr una organización unificada plenamente global -los Estados Unidos de América en el siglo XIX y la integración europea en el XX-, no sería a través de resoluciones y promulgaciones de líderes que se reunieran una vez al año. Mientras se considere útil, no podemos renunciar a la soberanía nacional que el pueblo aprecia. Pero cuando surge la necesidad de inducir a un Estado a poner fin a la ayuda mutua.